CrÍtica de Dragon Ball Super

Empecemos por el ritmo. Si Dragon Ball Z fuera una ópera épica, Dragon Ball Super sería una playlist de éxitos pop. En DBZ, las batallas y transformaciones eran eventos majestuosos que se desarrollaban lentamente. ¿Recuerdas cuánto tiempo le llevó a Goku transformarse en Super Saiyan por primera vez? Cada grito, cada gota de sudor y cada onda de energía era un crescendo que construía una atmósfera de grandeza.

En Dragon Ball Super, las cosas son diferentes. La serie se mueve a una velocidad vertiginosa. Las transformaciones ocurren casi en un abrir y cerrar de ojos, y las batallas, aunque espectaculares, a veces se sienten apresuradas. Es como si los creadores hubieran adoptado la filosofía de la era digital: todo debe ser rápido, accesible y constantemente emocionante. No hay tiempo para el desarrollo pausado; los espectadores modernos quieren acción y la quieren ahora. Es un enfoque que puede ser emocionante, pero que también sacrifica la construcción épica y la profundidad emocional que hacía a DBZ tan especial.