1h 54m
7,5/10
Scott Derrickson se ha consolidado como uno de los nombres más interesantes del cine de terror contemporáneo. Desde Sinister (2012), el director ha demostrado una capacidad especial para combinar el horror sobrenatural con el psicológico, creando atmósferas que se quedan grabadas en la mente del espectador. Tras el éxito de Black Phone (2022), Derrickson regresa con una secuela más ambiciosa, más violenta y también más perturbadora.
Y sí: Black Phone 2 es una buena película de terror, una de las más sólidas de este año, que confirma que el director sigue dominando el género como pocos.
La película arranca cuatro años después del trauma de la primera película, con Finney Blake (Mason Thames) ya adolescente que intenta recomponerse, y su hermana menor Gwen Blake (Madeleine McGraw) que comienza a experimentar visiones inquietantes y llamadas del misterioso teléfono negro. El asesino enmascarado conocido como El Captor (Ethan Hawke) emerge nuevamente, pero esta vez con una presencia más sobrenatural: acecha no solo en la realidad, sino en los sueños, en llamativas secuencias ambientadas en un campamento de invierno llamado Alpine Lake, donde se cruza la historia familiar de los Blake con un pasado oscuro de desapariciones infantiles.
Este nuevo planteamiento trasciende el secuestro clásico de la primera entrega y se adentra más aún en lo fantástico y lo onírico, convirtiendo al Captor en una criatura casi invencible, similar al mítico Freddy Krueger, que ataca a través de los sueños y explora el terror más profundo de la mente.
Uno de los mayores aciertos de Black Phone 2 es su atmósfera. En los sueños de Gwen, Derrickson transforma la puesta en escena: los colores se apagan, la textura se vuelve granulada, como si estuviéramos dentro de una cinta VHS.
La música se vuelve incómoda, con ecos distorsionados y notas electrónicas que recuerdan al score de Sinister. Incluso los sueños funcionan como si fueran aquellas perturbadoras grabaciones de asesinatos en 8mm que el propio Hawke veía en aquella película.
El resultado es un homenaje visual y temático al pasado de Derrickson, pero también una forma de expandir su propio universo cinematográfico. Es como si el director hubiera cruzado el mundo de Sinister con el de Pesadilla en Elm Street, logrando una combinación inquietante y muy efectiva.
Ethan Hawke, de nuevo como el “Captor”, ofrece una interpretación magistral: más grotesca, más teatral y definitivamente más aterradora. En esta secuela, su personaje alcanza una dimensión icónica dentro del terror contemporáneo.
El reparto joven, especialmente Madeleine McGraw como Gwen, sostiene la historia con madurez y energía, y su arco emocional se siente honesto y doloroso.
El ritmo y la mezcla de géneros es otro de los grandes aciertos: Black Phone 2 combina el horror sobrenatural con el psicológico, añade dosis de gore sin perder la elegancia visual, e incluso introduce momentos de humor negro que alivian la tensión sin romper el tono.
No todo brilla con igual fuerza. Su duración, cercana a las dos horas, puede hacerse un poco excesiva en el segundo acto, y el clímax, aunque intenso, recurre a un desenlace algo predecible dentro del subgénero de “asesinos que invaden los sueños”.
Sin embargo, estos pequeños tropiezos no empañan la experiencia general: Black Phone 2 sigue siendo una secuela a la altura, más ambiciosa, más arriesgada y, sobre todo, más aterradora.
Scott Derrickson logra una continuación que no solo mantiene el espíritu del original, sino que amplía su mitología con inteligencia y estilo. Black Phone 2 confirma que el terror moderno puede ser creativo y brutal a la vez, y que Ethan Hawke ha creado un villano destinado a quedarse en la memoria del género.