Crítica de Nosferatu (2024): La reinterpretación de Eggers que redefine el Mito Vampírico

Duración

2h 12m

Calificación

9/10

¿Es buena la película de Nosferatu?

Estando a las puertas del cierre de la cartelera de este año, nos encontramos con un estreno tan audaz como genuino. Robert Eggers nos sorprende con una revisión del mito vampírico creado por F.W. Murnau en 1922, ofreciéndonos un largometraje lleno de pesadillas perturbadoras, actuaciones escalofriantes y una puesta en escena tan románticamente atractiva como única.

Es bien sabido que el director de La Bruja (2015), El Faro (2019) y El Hombre del Norte (2022) es un gran fanático de la película original; por ello, no es de extrañar que, al tomar este proyecto en sus manos, se haya mostrado paciente, cuidadoso y respetuoso para poder continuar con el legado de este ícono del cine. Os aseguramos que Nosferatu (2024) no dejará indiferente a nadie, pero, siendo honestos, ¿ha estado a la altura? La respuesta está clara SÍ.

Eggers lo vuelve a hacer

El director demuestra una gran maestría técnica y un control absoluto (esta vez sí) en todo momento. La puesta en escena es espectacular: la escenografía, el realismo en el reparto, la acertada selección de protagonistas, la increíble fotografía y el montaje consiguen manejar de manera constante el ritmo y la tensión que respiran en todo momento.

Este es el Eggers más perfeccionista y minucioso hasta la fecha. Su Nosferatu está más cerca de La Bruja y su aterradora indefensión ante lo desconocido, pero no duda en arremeter con la fuerza interpretativa de sus desesperados personajes, recordándonos a El Faro. Logra hacernos sentir que formamos parte de una pesadilla en la que el realismo se diluye con lo onírico, y consigue darnos escalofríos muy, pero que muy reales.

La sombra que se cierne desde la distancia

El embrujo de la criatura se extiende como una amenaza que acecha a aquellos a los que se presenta. La influencia que ejerce el Conde Orlok es capaz de transitar muchas formas y afectar desde la distancia; solo que, esta vez, cuando hablamos de distancia, no solo nos referimos al castillo de Transilvania, sino también a los más de 100 años que separan la visión de Eggers de la original.

Hacer una reinterpretación de una obra no es fácil, y menos cuando el legado cultural que ha dejado es tan grande que ostenta el título de obra maestra. Nosferatu (1922) es la esquiva reinterpretación de la novela Drácula de Bram Stoker; el director alemán Friedrich Wilhelm Murnau y su equipo decidieron contar la historia del vampiro más conocido, pero sin tener que pagar los derechos de autor, salvaguardando así las distancias con el libro, cambiando nombres y lugares para evitar ser demandados.

La película de Murnau fue la primera en llevar a la gran pantalla la figura del vampiro y, junto con la estética expresionista alemana de la época, estableció ciertos elementos creativos que cimentarían la base de lo que vendría después. Nosferatu está llena de terror ambiental, de sombras que traen el mal y de horror psicológico. Era un reflejo del temor a los estragos que habitaban constantemente en una sociedad de posguerra, donde la enfermedad, la peste y la muerte eran las principales preocupaciones de los ciudadanos.

Diferencias aparte con Drácula, Nosferatu fue todo un logro cinematográfico, un clásico atemporal del cine mudo, una de las películas más influyentes del terror y un claro ejemplo del expresionismo alemán en todo su esplendor. Una obra cinematográfica aclamada, influyente y estudiada hasta el día de hoy.

escena de Willem Dafoe en Nosferatu
Universal Pictures

Locura contagiada

La película tiene muchos logros técnicos que nos hacen sentir que estamos en una Alemania del siglo XIX, donde el progreso moderno e intelectual choca contra un muro de ferviente paganismo religioso encarnado en la presencia demoníaca de Nosferatu.

Hablando de la criatura, encarnada por Bill Skarsgård, el actor queda irreconocible y muy lejos de su impredecible Pennywise, donde todavía se le podía entrever. Sus manierismos y gestos no quedan al azar. La voz y el acento que trabaja en su interpretación del Conde Orlok son extrañamente amenazadores e inquietantes. Pero, irónicamente, en una película llamada Nosferatu, la caracterización del personaje es quizá donde más flaquea. Aunque no es mala, cuando podemos ver al conde estamos preparados para algo horrible y sobrenatural, pero Eggers se aleja de las características que Max Schreck hizo propias del personaje y, en esta ocasión, nos muestra una realidad más humana, pero maldita.

Volviendo al puro terror, las interpretaciones son la piedra angular de este filme: Willem Dafoe, Nicholas Hoult, Ralph Ineson y Aaron Taylor-Johnson destacan, pero, si hemos de resaltar a alguien, sin duda es a Lily-Rose Depp. Ella encarna todo el protagonismo de esta película y no nos puede gustar más. Su descenso a los infiernos bajo esa influencia malévola es realmente escalofriante. Su dolor es descarnado y muestra un increíble manejo físico y emocional que el director sabe usar a su favor. Parece que a Eggers le encanta encerrar a sus actores en planos medios y darles el control del momento. La interpretación de Depp consigue atraparnos en una espiral de locura angustiosa y emocional en varios monólogos descarnados que recuerdan a El Faro. En definitiva, ella termina comiéndose la pantalla, eclipsa al propio Nosferatu y seguramente nos ha regalado una de las mejores actuaciones de este cierre de año.

Te gustará Nosferatu

Esta película es una carta de amor maldito, un cuadro romántico perdido en el tiempo, un grito de desesperación ante la incomprensión del dolor emocional y un paso admirable en la carrera de un director que está sediento de sangre. 

No esperes terror puramente efectista ni horror visceral envuelto en prótesis; porque, amigos, Nosferatu no trata sobre la criatura que da nombre a la obra, sino sobre la maldición de lo profano, la respuesta a una represión sexual y, a su vez, un doloroso recordatorio de que el amor puede ser aterrador.

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  • Drácula de Francis Ford Coppola (1992): Una representación directa del libro Bram Stoker que es más teatral que esta.
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