8 episodios – 55min
4/10
Las series de supervivencia siempre han tenido un magnetismo especial. Desde los desastres clásicos del cine como Twister o Deep Impact hasta fenómenos televisivos como Perdidos, el espectador se siente atraído por la pregunta: ¿qué haríamos nosotros en una situación límite? Netflix lo sabe bien y por eso ha estrenado El Refugio Atómico, una ambiciosa producción española liderada por Álex Pina y Esther Martínez Lobato (La casa de papel), que mezcla drama, thriller apocalíptico y crítica social.
La premisa promete: un búnker de lujo para millonarios en plena Tercera Guerra Mundial, secretos familiares, traiciones y un reparto coral encabezado por Miren Ibarguren, Carlos Santos, Pau Simon y Alicia Falcó. Sin embargo, lo que podría haber sido un thriller explosivo termina diluyéndose en un cóctel irregular que no acaba de convencer.
Es innegable que El Refugio Atómico entra por los ojos, una producción española con una premisa interesante y una crítica social que está muy en boca de todos en estos tiempos que corren. La producción es vistosa, con un set de búnker espectacular que transmite claustrofobia y lujo a partes iguales. El arranque es potente: una historia de amor rota, un accidente trágico y una Tercera Guerra Mundial que estalla sin previo aviso (¿os suena esto último?). La primera media hora es adrenalina pura, con escenas de acción bien rodadas y un aire de misterio que engancha. Aunque diciéndote esto, ya te estamos haciendo un pequeño spoiler de lo malo
También funcionan las interpretaciones. Pau Simon y Alicia Falcó aportan frescura como jóvenes protagonistas, mientras que Miren Ibarguren brilla en un papel oscuro y calculador que sostiene gran parte de la intriga. Hay destellos de buen thriller, con giros inesperados y algún clímax que logra atrapar.
El gran problema de la serie es que se dispara todas las balas demasiado pronto. Tras un inicio prometedor, la historia pierde fuelle, recicla recursos narrativos y cae en el exceso de giros de guion, muchos de ellos inverosímiles. La regla básica de “hacer creíble lo increíble” se rompe constantemente, dejando la sensación de que todo vale con tal de sorprender.
Hablábamos de Perdidos en la introducción, ¿qué pasaba en la serie a partir de la 4º temporada? Tantas tramas, tantos misterios, tantas puertas abiertas y giros, que la cabeza empezada a dar demasiadas vueltas, la diferencia es que Perdidos lo hacía en la cuarta temporada y El Refugio Atómico lo hace en la primera…
Además, lo que debería ser un retrato coral de un grupo de millonarios encerrados bajo tierra se reduce casi por completo a seis personajes principales. Del resto de habitantes del refugio apenas sabemos nada, desaprovechando un material que podría haber dado muchísimo juego. Las subtramas se sienten forzadas, con diálogos poco inspirados y un tono que oscila entre el melodrama y la telenovela.
Incluso los momentos de tensión se diluyen con chascarrillos fuera de lugar que restan seriedad al relato. Y lo que podría haber sido una crítica feroz a las diferencias de clase se queda en un esbozo superficial.
La serie quiere ser muchas cosas a la vez: drama carcelario, thriller apocalíptico, sátira social y hasta romance adolescente. El resultado es un producto irregular, con un ritmo que alterna episodios interesantes con otros que se sienten vacíos (acabas mirando el móvil). La música intenta aportar tensión, pero acaba subrayando demasiado lo evidente.
Un espectador dispuesto a dejarse llevar sin hacerse demasiadas preguntas puede encontrar entretenimiento, pero quienes busquen coherencia narrativa o una atmósfera realmente opresiva probablemente terminen frustrados.
A los fans más acérrimos de las producciones de Álex Pina (Berlín, La Casa de Papel, El Embarcadero…) que disfruten del exceso y los giros continuos, y a quienes busquen un entretenimiento ligero sin importar demasiado la verosimilitud.